El día después
Columna a cargo de Karen Weisman, Profesora de Historia
El lunes 20 de noviembre, feriado en conmemoración de la batalla de la Vuelta de Obligado, nos encuentra, luego de una muy extensa campaña electoral, con una nueva fórmula presidencial que será la encargada de dirigir el país por los próximos cuatro años.
Exultantes unos y decepcionados otros, amanecemos en esta jornada. Personalmente no me encuentro encolumnada en ninguna de las dos opciones, más bien, me encuentro expectante. Ahora bien, Javier Milei ha tenido un avance arrollador. En sólo dos años logró posicionarse cómo un líder capaz de competir en la arena política y lograr ocupar el “Sillón de Rivadavia”. Milei se presenta como un líder disruptor.
Alguien que rompe con el esquema político tradicional argentino (No es la primera vez que esto sucede, si revisamos el pasado histórico argentino nos encontramos con otro líder disruptor, que, en sólo dos años, logró capitalizar los intereses de un sector social sistemáticamente ignorado por los gobiernos precedentes y erigirse cómo presidente de la Nación).
La pregunta que me surge es ¿Por qué la ciudadanía argentina le dio su voto de confianza a una persona que encarna a la ultraderecha? ¿Es un voto a favor de Milei o en contra de Massa y lo que él representa dentro del espectro político argentino? ¿Es un salto al vacío o un acto de fe?.
Yo creo, que la militancia encolumnada detrás de Unión por la Patria, el kirchnerismo y otras agrupaciones peronistas debe hacer un mea culpa interno y lograr identificar cuáles son las prácticas de sus líderes que los llevaron a perder la hegemonía política. Observando las redes sociales, veo cómo muchos militantes comparten mensajes de odio y descalificación contra la nueva figura presidencial y los ciudadanos y ciudadanas que los votaron.
Me parece que sería más constructivo realizar un ejercicio de introspección y analizar el por qué de la devaluación de este espacio político. Que haya ganado Javier Milei demuestra el hartazgo que tiene la ciudadanía argentina con respecto a ciertas prácticas políticas y a una situación económica que es francamente catastrófica.
Los seguidores de Milei, asimismo, están haciendo circular en las redes sociales, sus mensajes, en ocasiones burlescos, triunfalistas. Me parece fantástico que celebren, pero me parece también, que deberían moderar el lenguaje y respetar al líder vencido. Creo que sería una buena y honorable práctica democrática.
Personalmente ninguno de los dos, Massa o Milei, manifiestan mis ideales políticos. Mi fichita estaba direccionada hacia Juan Schiaretti que representa a un peronismo más moderado, federal y crítico con el liderazgo tradicional, me agradó mucho su performance en la campaña electoral, pero quedó desdibujada por las figuras que representan los extremos.
En mi opinión, los argentinos y las argentinas nos encolumnamos detrás de líderes fuertes, con la fantasía de que sean capaces, raudamente, de solucionar los problemas que nos aquejan, debemos aprender que las soluciones mágicas no existen, los cambios son procesos largos y no exentos de dificultades.
Por eso desconfío de los liderazgos que prometen soluciones rápidas y cambios radicales o de aquellos que son incapaces de identificar las aspiraciones de la ciudadanía y persisten en continuar con prácticas que son resistidas por los votantes argentinos, amparados por una estructura política que los sostiene.
Ahora, en el día después, aprovechando el feriado, es bueno reflexionar acerca de los acontecimientos referidos y construir a través del apoyo explícito del nuevo presidente, o, por medio de una oposición crítica, reflexiva y responsable una mejor versión de la Argentina.