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Editorial

El Soberano

Columna a cargo de Karen Weisman, Profesora de Historia

El gran Congreso de la Nación
El gran Congreso de la Nación

11 de Enero de 2024

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Entre los siglos XVII y XVIII se produjeron en Europa una serie de revoluciones, entre ellas la Revolución Francesa, que dieron fin al Estado Absolutista, surgiendo, en contraste al anterior orden, los Estados Liberales, buscando oponerse férreamente a la opresión de los Estados Absolutistas, los grupos liberales dieron origen a un movimiento que buscó organizar políticamente al Estado en base a una Constitución. 

Este movimiento Constitucionalista tiene su origen con la redacción de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, en el año 1787, dando lugar a que los países europeos y los nacientes Estados americanos comenzaran a dictar sus propias Cartas Magnas. El principal objetivo de las constituciones liberales era limitar el poder del Estado, protegiendo los derechos individuales de cada habitante y, en oposición al absolutismo, organizaron el sistema político basado en la división de poderes y la soberanía popular.

Nuestra Ley Fundamental nace luego de atravesar, el territorio rioplatense, treinta años de guerras civiles y la hegemonía política de un personaje tan controvertido cómo lo es Juan Manuel de Rosas. El acuerdo de los gobernadores en San Nicolás, realizado a instancias de Justo José de Urquiza quién ostenta el poder luego de derrotar a Rosas, no termina con los conflictos internos debido a que dicho acuerdo, del cual se originará nuestra Constitución, no cuenta con el beneplácito de Buenos Aires. 

La Constitución Argentina, promulgada en el año 1853, afirma en el artículo 1° “La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal, según lo establece la presente Constitución.”  Al imponer el régimen republicano y representativo se consolida una de las premisas la revolución de Mayo “la soberanía popular”, dicha soberanía de basa en la idea de “un hombre, un voto” igualando a todos los ciudadanos (recordemos que las mujeres no estaban facultadas para ejercer el sufragio) y habilitándolos a ejercer la soberanía.  

Siendo los años precedentes a nuestra organización constitucional tan violentos y estando la sociedad aún tensionada por las luchas facciosas, es que se produce el debate entre la elite liberal sobre si es posible que la ciudadanía pueda ejercer libremente el poder soberano. ¿Estaban dadas las condiciones para que los ciudadanos puedan elegir a sus mandatarios libre y conscientemente? ¿Tenían, los ciudadanos, los conocimientos que les permiten el ejercicio de la libertad? 

Domingo Faustino Sarmiento, era un intelectual que admiraba entusiastamente a los Estados Unidos de América con la misma efusividad con que detestaba la sangre indígena, al mestizaje que predominaba entre los gauchos, a los caudillos que comandaban las montoneras federales y al rosismo a quienes consideraba responsables de las luchas intestinas que impidieron la organización de nuestro país. ¿Cómo construir una sociedad soberana, consciente de sus derechos y obligaciones en un territorio poblado por bárbaros?,

La solución que proponía estaba inscripta en el Preámbulo asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres que quieren habitar el territorio argentino”Los valores civilizatorios serían impuestos por aquellos europeos que quisieran poblar y prosperar en el suelo argentino. Con esta idea, Sarmiento, pensaba replicar lo que interpretaba que pasaba en los Estados Unidos, en dónde una comunidad de iguales ejercía sus libertades civiles y políticas. Es por ello que consideraba que los inmigrantes europeos, consientes de sus derechos y obligaciones y estimulados a través de la educación, ejercerían el poder soberano de forma responsable y libre eligiendo a través del voto a los mandatarios que protegerían sus derechos y velarían por el bien común.

Para Juan Bautista Alberdi, el pasado colonial estaba fuertemente arraigado en nuestro país, por lo cuál interpretaba que las condiciones para el desarrollo de una república democrática no estaban dadas, además, desconfiaba de la capacidad de decisión de los ciudadanos, argumentaba que si bien los individuos son soberanos, su falta de educación les imposibilitaba comprender los alcances de la soberanía, por la tanto “la soberanía del número debía ser reemplazada por la de la razón”, es decir que una minoría ilustrada era la única capaz de elegir a las autoridades que llevarían las riendas de nuestro país. 

Si bien en sus Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, Alberdi argumenta que el sufragio universal funda la legitimidad política, aduce que para la década de 1860 no están dadas las condiciones para el ejercicio de este, dada la falta de educación de las masas populares, que redundaba en una reducción de su capacidad de discernimiento. Es por ello que defendía la postura de que todos los ciudadanos tenían la libertad para poder ejercer sus derechos civiles, pero debía restringirse el ejercicio de los derechos políticos a una minoría educada. Esta situación debía ser transitoria, ya que, pensaba, por medio de la educación y el trabajo, las masas populares irían ampliando su capacidad de discernimiento y podrían ejercer los derechos políticos libremente.

Más allá del debate, lo cierto es que entre los años 1862 a 1916, la república argentina fue administrada por una serie de gobiernos cuyos miembros pertenecían las elites que ostentaban el poder económico y utilizaban al estado cómo un engranaje más de sus negocios privados. Estas elites son grupos endogámicos ya que rara vez permitían el ingreso a sus filas de personas que no fueran miembros de las familias más adineradas y de la más rancia estirpe del espacio rioplatense.  

Cada provincia era manejada por sus familias “preponderantes”, quiénes se repartían los cargos en el gobierno, municipal, provincial y nacional en reuniones informales que luego se refrendaban en elecciones, que tenían la particularidad de ser fraudulentas. Asimismo, el presidente de la nación era elegido de entre los miembros más encumbrados de estas elites, obviamente también refrendado por el fraude electoral. El ciudadano común era parte de un Estado, organizado constitucionalmente cómo una república representativa, pero en la práctica restringe la participación política a un pequeño número de personas que gobiernan no por su capacidad o por la elección de los ciudadanos, si no, por pertenecer a una minoría privilegiada.

Luego de muchas luchas, marchas y contramarchas, la ciudadanía argentina pudo ejercer libremente sus derechos políticos a partir de la reforma electoral del año 1912, ampliándose en 1947 a partir de la ley 13010 de sufragio femenino. Pero esta ampliación de derechos que dio origen a la democracia de masas en nuestro país se vio ensombrecida, durante el siglo XX, por la irrupción de los Golpes de Estado que, violentamente, suspendian el ejercicio de la soberanía popular. El Soberano, que somos nosotros, los ciudadanos, vimos pisoteados nuestro poder por el uso de la fuerza. 

En el año 2023, los argentinos pudimos celebrar 40 años de democracia ininterrumpida, en dónde, nos guste o no, los responsables de administrar nuestro país fueron elegidos por la mayoría de los ciudadanos. Hoy, observo con cierta preocupación, que, ante los acontecimientos políticos actuales, muchos internautas, indistintamente del color partidario, replican noticias falsas, comparten frases pegadizas con acusaciones infundadas, y, en caso de debate, ridiculizan, insultan y menosprecian a su interlocutor. 

Cómo soberanos, debemos ser conscientes de que debemos informarnos, analizar nuestra realidad circundante con un pensamiento crítico que nos permita discernir que cosas se hicieron mal, para corregirlas y que cosas se hicieron bien, para continuarlas. Debemos correr un poco el velo ideológico y pensar en cómo construir una ciudadanía responsable, crítica, que pueda debatir en base a argumentos fundamentados y no en desperdigar insultos y acusaciones infundadas. 

En noviembre del año 2023 el soberano eligió. Cómo ciudadanos maduros tenemos la obligación respetar esa elección sin amenazar la continuidad democrática, debemos tener la sabiduría de cambiar las cosas que consideramos incorrectas y dar continuidad a los cambios necesarios, siempre en un clima de respeto por las ideas ajenas.

Cómo soberanos, debemos ser conscientes de que debemos informarnos, analizar nuestra realidad circundante con un pensamiento crítico que nos permita discernir que cosas se hicieron mal