70
Editorial

Los complejos inicios de nuestra Argentina

Columna a cargo de Karen Weisman, Profesora de Historia

Nuestra historia nos marca nuestros días, inevitablemente
Nuestra historia nos marca nuestros días, inevitablemente

29 de Diciembre de 2023

Visitas: 649

Redes

La construcción de un Estado Nación no es un camino unidireccional. Es un trayecto cuyo tránsito nos coloca ante un sinnúmero de contradicciones, luchas facciosas, marchas y contramarchas hasta lograr imponer, por el acuerdo o por la fuerza, un proyecto de país.

La construcción de Estado en Argentina no escapa a dicha lógica. Al no poder acordar las características bajo las cuales nos organizaríamos como país nos embarcamos en una serie guerras civiles y luchas fratricidas en pos de lograr imponer un ideal.

Luego de declarada la independencia, el 9 de Julio de 1816, los Congresales Constituyentes deben abocarse a la redacción de una Constitución que de organice al territorio rioplatense dotándolo de un Estado. El Congreso que estaba deliberando en Tucumán, en el año 1817, se traslada a Buenos Aires por cuestiones de seguridad. La frontera noroeste estaba siendo asediada continuamente por los ejércitos realistas enviados por el rey de España, Fernando VII, para subyugar nuevamente a los territorios americanos recientemente independizados.

Instalados en Buenos Aires el 22 de abril de 1819 los congresales sancionan una “Constitución de las Provincias Unidas de Sud América”. Las características centralistas de la misma (que concentraba todo el poder en Buenos Aires), provocó el rechazo de las provincias del Litoral celosas de su autonomía. El Director Supremo, José Rondeau, insistió en la promulgación de dicha Constitución, lo que provoca el enfrentamiento con los caudillos del Litoral, Francisco Ramírez, gobernador Entre Ríos, y Estanislao López, gobernador de Santa Fe. La batalla se produce el 1 de febrero de 1820, en la cañada del arroyo Cepeda, ante el triunfo de los caudillos del Litoral el Director Supremo renuncia y la Constitución queda sin efecto.

Luego de la Batalla de Cepeda y la renuncia de José Rondeau, el cargo de Director Supremo no fue ocupado por ningún dirigente, y, ante la ausencia de un gobierno de carácter nacional, las provincias se organizan de forma autónoma. No teníamos gobierno nacional, cada provincia de gobernaba a sí misma, estableciendo sus propias constituciones y eligiendo a sus gobernadores. En este contexto es que, en el año 1821, el gobernador de Córdoba, Juan Bautista Bustos, convoca a las provincias a que envíen sus representantes para desarrollar un Congreso Constituyente, que diera a luz una Constitución que organizara al país bajo el orden federal. Las provincias aceptaron el convite, pero Buenos Aires boicotea dicho Congreso. Muchas razones podrán argumentar dicho boicot, pero podemos afirmar que la elite bonaerense quería erigirse cómo la cabeza que organizara el Estado Nacional bajo sus propios términos, rezagando al resto se las provincias a un lugar subordinado.

Retomando la iniciativa, el gobierno bonaerense convoca a un Congreso Constituyente en 1824, en la ciudad de Buenos Aires. La elección de los representantes de las provincias se realizó en forma proporcional, es decir, la representación bonaerense sería la más numerosa al ser ésta la provincia más poblada, dominando las deliberaciones. El Congreso estuvo atravesado por una situación urgente cómo lo fue la guerra con el imperio de Brasil, que llevó a que se dictara una ley de presidencia mediante cual se erigió a Bernardino Rivadavia en el Poder Ejecutivo. Más allá de las vicisitudes del enfrentamiento, el Congreso Constituyente sancionó una constitución centralista y muy restrictiva en relación con los derechos de los ciudadanos. Rivadavia insistió en su promulgación, pero fracasó, y, terminó renunciando a la presidencia el 27 de junio de 1827. 

A partir de este momento el enfrentamiento entre Unitarios y Federales recrudeció y se vivieron momentos de extrema violencia, sobre todo, en la provincia de Buenos Aires. La pacificación vino de la mano férrea de Juan Manuel de Rosas, quién fue designado cómo gobernador por la sala de Representantes porteña. A partir de su designación el 8 de diciembre de 1829, Rosas fue construyendo una compleja red de acuerdos (muchos de ellos mediante el uso de la violencia) que le permitieron conservar el poder por más de veinte años, no sólo en la provincia de Buenos Aires, si no, en todo el territorio de la actual argentina logrando la subordinación de los gobernadores provinciales. Durante la etapa rosista no se realizó ninguna convocatoria a un Congreso Constituyente, no quiero explayarme aquí por las causas por la cuáles no se organiza el Estado Nacional, ya que, al ser muy interesante, compleja, contradictoria y debatible la vida y las ideas de Juan Manuel de Rosas, no sería correcto simplificar las decisiones que se tomaron durante su gobierno.

La caída del otrora poderosísimo Juan Manuel de Rosas tuvo lugar el 3 de febrero de 1852 en la batalla de Caseros, dónde el ejército rosista se enfrenta al “Ejército Grande” al mando del gobernador entrerriano Justo José de Urquiza, quién terminó venciendo en el enfrentamiento, obligando a Rosas a renunciar y marchar raudamente al exilio en Inglaterra.

Luego haber salido victorioso en la Batalla de Caseros, Urquiza se instala en Buenos Aires, dónde convoca a una reunión de Gobernadores para consensuar las características de la constitución que se debatiría en el Congreso Constituyente convocado en Santa Fe. El 31 de mayo de 1852 se los gobernadores firman el Acuerdo de San Nicolás. Pero, al ser un acuerdo que beneficiaba a las provincias por sobre los intereses porteños, la legislatura bonaerense rechaza lo acordado. El Congreso Constituyente se reúne, sin contar con los representantes porteños y elabora la Constitución que organiza a nuestro Estado, el gobierno y enumera los derechos y las garantías de los ciudadanos y habitantes del territorio argentino hasta el presente.

La secesión entre Buenos Aires y la Confederación es un hecho. Entre 1852 y 1862 en nuestro país conviven dos Estados. La Confederación, con capital en Paraná y Buenos Aires. La situación económica de la Confederación era crítica, no así la de Buenos Aires que exhibía una imponente riqueza gracias a los impuestos que recaudaba la aduana porteña.

La Confederación intentó mediante diferentes estrategias (sería muy extenso desarrollarlas en el presente escrito) unificar a ambos Estados, contando siempre con la resistencia porteña.  Ante este panorama, ambos ejércitos se enfrentan en la batalla de Cepeda el 23 de octubre de 1859. En dicho enfrentamiento se declara ganador al ejército de la Confederación.  El resultado fuerza a Buenos Aires a firmar el Pacto de San José de Flores, en dónde se acordaba, entre otras cosas, que Buenos Aires ingresaría a la Confederación y, a la vez, ésta debía aceptar las reformas propuestas por los porteños a la Constitución Nacional. Sabiendo de las dificultades económicas que atravesaba la Confederación Argentina, Buenos Aires demora los plazos de la incorporación, forzando una segunda batalla en los campos de Pavón, el 17 de septiembre de 1861, en dónde Urquiza se retira de la batalla, sin haber culminado la misma y con superioridad numérica con respecto a las tropas porteñas, habilitando el dominio bonaerense en todo el país. Buenos Aires se incorpora a la Confederación en sus propios términos. 

El pasado histórico argentino es complejo y contradictorio. Su análisis nos permite conocer el por qué de las características de la Argentina actual. Conocer la Historia Argentina, creo yo, nos enriquece cómo ciudadanos y nos permite ejercer la ciudadanía de una forma crítica, pudiendo analizar con fundamentos las noticias referidas a nuestro país, siempre incompletas y subjetivas, que transmiten los medios de comunicación en sus diversos formatos y modelar nuestra propia opinión fundamentada.

El pasado histórico argentino es complejo y contradictorio. Su análisis nos permite conocer el por qué de las características de la Argentina actual.